Ascenso al trono
El reinado de Pablo I fue un período oscuro para Rusia. El comportamiento tiránico y extraño del monarca condujo a un complot contra él por parte de ciertos nobles y militares, y fue asesinado durante la noche del 23 de marzo (11 de marzo, estilo antiguo) de 1801. Alejandro se convirtió en zar al día siguiente. Los conspiradores le habían revelado el secreto, asegurándole que no matarían a su padre, sino que solo exigirían su abdicación. Alejandro les creía o, al menos, deseaba creer que todo iría bien.
Después de la oscuridad en la que Pablo había sumido a Rusia, Alejandro se les apareció a sus súbditos como un amanecer radiante. Era guapo, fuerte, agradable, humano y lleno de entusiasmo. Quería que su reinado fuera feliz y soñaba con grandes y necesarias reformas. Con cuatro amigos, que eran de familias nobles pero motivados por ideas liberales: el príncipe Adam Czartoryski, el conde Pavel Stroganov, el conde Viktor Kochubey y Nikolay Novosiltsev, formó el Comité Privado (Neglasny Komitet). Su propósito declarado era elaborar «buenas leyes, que son la fuente del bienestar de la nación».
Alexander y sus asesores cercanos corrigieron muchas de las injusticias del reinado anterior e hicieron muchas mejoras administrativas. Su principal logro fue la puesta en marcha de un vasto plan de educación pública, que implicó la formación de muchas escuelas de diversa índole, instituciones de formación docente y la fundación de tres nuevas universidades. Sin embargo, a pesar de las ideas humanitarias que le inculcó La Harpe y a pesar de su propio deseo de hacer feliz a su pueblo, Alejandro carecía de la energía necesaria para llevar a cabo la reforma más urgente, la abolición de la servidumbre. La institución de la servidumbre fue, en palabras del propio zar, «una degradación» que mantuvo a Rusia en un estado desastrosamente atrasado. Pero liberar a los siervos, que componían las tres cuartas partes de la población, despertaría la hostilidad de sus nobles amos, que no querían perder a los esclavos de quienes dependían su riqueza y comodidad. La servidumbre era una carga continua para los rusos. Impidió la modernización del país, que estaba al menos un siglo por detrás del resto de Europa.
Con un sincero deseo de innovar, Alexander consideró una constitución y «la limitación de la autocracia», pero retrocedió ante el peligro de imponer un cambio brusco a una nobleza que lo rechaza. Además, era un visionario que no podía transformar sus sueños en realidad. Debido a su personalidad inestable, se embriagaba con la noción de grandes proyectos, mientras se resistía a llevar Finalmente, la educación teórica «occidental» de Alexander y sus jóvenes amigos no los había preparado para obtener una visión clara de las realidades de la vida rusa.