El personaje de Parrish y la interpretación de Anthony Hopkins son asuntos completamente diferentes. Hopkins invierte al millonario moribundo con inteligencia y aceptación, y habla maravillosamente bien. «Meet Joe Black» consiste en gran parte en conversaciones, que están bien escritas y no parecen falsas o forzadas mientras Parrish esté involucrado en ellas. Sus relaciones comerciales clave son con el serpenteante Drew (Jake Weber), a quien Susan deja por Joe, y con el avuncular Quince (Jeffrey Tambor), su leal pero torpe yerno. Quince está casado con Allison (Marcia Gay Harden), quien sabe que Susan es la favorita de su padre, pero puede vivir con eso porque Parrish es un tipo estupendo. (Es ético, sensible y querido: el primer hombre rico de la película que al menos podría pasar la cabeza y los hombros por el ojo de la aguja.) Lo fascinante de Parrish es que maneja la muerte como lo ha hecho con todo lo demás. Hace una evaluación realista de sus posibilidades, ve las ventajas que puede extraer , negocia los mejores términos posibles y acepta con gracia lo inevitable. Hay momentos en los que maneja sus conversaciones con Death con tanta seguridad que desearías que Heaven hubiera enviado un negociador más articulado.
El final de la película también lleva largo. Hay despedidas, reflexiones, confesiones, consuelos, reconciliaciones, despedidas y sorpresas. Joe Black comienza a ponernos de los nervios con su habilidad para decir cosas que son técnicamente ciertas, pero incompletas y engañosas. La película se reproduciría mejor si no tuviera que hablar siempre con epigramas. Incluso al final, cuando una o dos líneas de diálogo directo hubieran aclarado el aire, sigue hablando con pistas acrósticas.
Aún así, hay muchas cosas que están bien en esta película, dirigida por Martin Brest («Perfume de mujer»). Claire Forlani tiene una vulnerabilidad conmovedora mientras negocia los extraños términos de su amor. Marcia Gay Harden interpreta una escena adulta y sabia con Parrish, como una hija amorosa que sabe que no es la favorita. La actuación de Jeffrey Tambor es crucial; a través de sus ojos, comprendemos lo buen hombre que es Parrish. Y Anthony Hopkins habita una historia que tiende hacia arenas movedizas y encuentra tierra firme. Aquí se siente un poco de su «Nixon»: un hombre que puede usar la ira como un bisturí, sin dejar de estar atrás para controlar el resultado.