HBO recupera su corona de crimen real con 5 historias de asesinato, caos y misterio


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La directora Hannah Olson utiliza fotografías de una belleza desoladora de una clínica abandonada en el desierto de Nevada para lleva a casa el secreto que rodea a Fortier y sus crímenes, una red de susurros que recuerda a los buscadores de la verdad en The Keepers de Netflix. Y las madres de estos niños no son las únicas víctimas de Fortier. Más adelante en el documental, Baby God cambia a los hijos biológicos de Fortier, tanto los que reconoció como los que se enteraron de su parentesco mucho más tarde en sus vidas. «Hay un monstruo … él vive en mí», dice uno; está obsesionado por la verdad detrás de su concepción y se consuela al buscar a sus medio hermanos biológicos en reuniones que son en parte reunión familiar y en parte terapia. Historias como estas son la razón por la que 23andMe le pide que firme una exención cuando envíe ese tubo de saliva, y después de verlo, nunca volverá a pensar en esas pruebas, o en un viaje al consultorio del ginecólogo, de la misma manera.

El último de la serie no oficial de documentales sobre crímenes reales de HBO, The Art Of Political Murder (B-, 16 de diciembre), también es la más convencional del grupo. Al final de una serie que comenzó con Laura Dern narrando las entradas del diario de la Dra. Dorothy Lewis, La película viene con un pequeño vataje de celebridad propia en la forma del productor ejecutivo George Clooney. Y, como uno podría esperar de un cosignatario de Clooney, la película trata temas de derechos humanos, específicamente el genocidio de los mayas por parte del gobierno guatemalteco de la desde principios de los 60 hasta los 90. Si necesitas un introducción al genocidio para audiencias internacionales, sin embargo, El arte del asesinato político no lo es.

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En cambio, la película rastrea cronológicamente el asesinato en 1998 del activista de derechos humanos guatemalteco Mons. Juan Gerardi desde la noche de su muerte hasta el veredicto en el juicio de sus asesinos. El caso tuvo enormes implicaciones para la política guatemalteca, como explican entrevistado tras entrevista. Pero dado que la muerte del obispo parece ser menos emblemática del genocidio y más un punto de inflexión en la conversación en torno a él, simplemente ver este documental sin conocimiento previo de las masacres no resuena tan bien como podría. A veces, parece como si hubiera una historia más amplia e interesante en los límites del enfoque procedimental bastante seco del director Paul Taylor, que podría tener sus beneficios si motiva a los espectadores a aprender más sobre la historia del terror patrocinado por el estado en el región. Pero a pesar de los esfuerzos de los cineastas por meter esta extensa historia en una caja de crímenes reales, en última instancia no encaja bien con una serie que se centra más en escalofriantes misterios que en fríos hechos históricos.

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