(Henri Marie Raymond de Toulouse-Lautrec; Albi, Francia, 1864 – Malromé, id., 1901) Pintor, dibujante y cartelista francés. Fue uno de los artistas más representativos de la bohemia parisiense finisecular, cuyos personajes y ambientes reflejó en sus cuadros con una insólita libertada creativa, preludiando las nuevas tendencias del arte contemporáneo.
Henri de Toulouse-Lautrec
Nació en el seno de una familia aristocrática y tuvo una infancia y una adolescencia felices, dedicadas en buena medida a la práctica del deporte. En la actividad lúdica sufrió dos caídas graves que le atrofiaron los miembros inferiores y le impidieron alcanzar una estatura normal. Medía aproximadamente metro y medio de estatura y tenía una cabeza desproporcionadamente grande, lo cual le daba un aspecto deforme. Pero llevó su condición física con estoicismo y su deformidad no le impidió relacionarse y mantener una vida social normal.
Comenzó a dibujar en la infancia y posteriormente se formó en academias como las de Léon Bonnat y Fernand Cormon, donde conoció a Émile Bernard, Louis Anquetin y Vincent van Gogh, de quien hizo un excelente retrato (1887, Stedelijk Museum, Ámsterdam). En 1885 abrió un taller en Montmartre y desde entonces se dedicó a la creación pictórica, integrándose plenamente en el ambiente artístico parisino que en aquella época buscaba por diversos medios la superación del impresionismo.
Toulouse-Lautrec se relacionó, entre otros creadores, con Vincent van Gogh, Pierre Bonnard y Paul Gauguin, y de este último tomó algunos rasgos estilísticos, como el uso de los contornos pronunciados. Pero las obras que más influyeron en su peculiar estilo fueron las de Edgar Degas y las estampas japonesas ukiyo-e. Del grabado japonés tomó la liberación del color de toda función descriptiva, su extensión en amplias superficies y la línea sinuosa, mientras que de los maestros del impresionismo admiraba especialmente la captación de la realidad inmediata.
Hombre muy responsable de su trabajo, Henri de Toulouse-Lautrec acudía puntualmente al taller o al estudio todas las mañanas, lo cual no le impidió llevar una vida disoluta en el ambiente bohemio de Montmartre, donde frecuentó cafés cantantes, teatros, prostíbulos y salas de baile. Estos ambientes constituyen, de hecho, lo más peculiar de su creación artística, en la que las bailarinas de cancán y los personajes de circo son los protagonistas más entrañables.
Una de las primeras obras en las que se encuentra ya su propio estilo es La caballeriza del circo Fernando (1888, Art Institute, Chicago), en la que refleja el mundo del espectáculo. Los personajes del cuadro poco tienen que ver con la formación impresionista del artista, pues sus rasgos caricaturizados están más próximos al arte oriental.
Baile en el Moulin Rouge (1890), de Toulouse-Lautrec
Con Baile en el Moulin Rouge (1890, Mac Ilhenny, Filadelfia) comienza una serie de escenas de danza que constituyen el inicio de su período de madurez. La composición es una de las más ambiciosas y admirables del artista. La acentuada perspectiva del local es introducida por el personaje femenino del primer plano; en un segundo término se reserva un espacio vacío para la danza de Valentin le Déssossé y la Goulue; al fondo, los espectadores, entre los que encontramos personajes del círculo de Lautrec, como su padre, con larga barba blanca, y el fotógrafo Paul Sescau, que retrató excelentemente al pintor; en el último plano, los árboles tras la ventana.
La escena nos sumerge en el bullicio nocturno iluminado por luces artificiales y refleja toda la tristeza oculta tras la supuesta alegría. El cuadro se expuso, desde 1890 hasta 1893, en el propio Moulin Rouge. En el salón de rue des Moulins (1894, Museo Toulouse-Lautrec, Albi) es una obra representativa del ambiente de un prostíbulo que el artista solía frecuentar. El cuadro nos muestra un espacio audazmente escalonado y con grandes extensiones de color.
En el salón de rue des Moulins (1894)
Además de cuadros llenos de vivacidad y movimiento, Toulouse-Lautrec realizó innumerables apuntes y dibujos rápidos, así como unos treinta carteles publicitarios de cabarés y productos comerciales. Para los carteles, Toulouse-Lautrec creó un tipo de figura estilizada y adoptó unas tonalidades que ejercieron una influencia profunda y duradera en posteriores realizaciones de este tipo. La predisposición del artista a la síntesis y la acentuación de las formas permiten al espectador captar rápidamente el mensaje de los carteles, así como su eficaz estructura ornamental.
En sus litografías retrató a personajes emblemáticos de la Belle Époque, como la bailarina americana Loïe Fuller (1893, Museo Toulouse-Lautrec, Albi), quien en sus danzas agitaba, con la ayuda de unas largas varillas, velos que se arremolinaban bajo el efecto sorprendente de luces multicolores.
Cartel para el recital del cantautor Aristide Bruant en el Ambassadeurs (1892)
En 1899, Toulouse-Lautrec fue internado en una clínica para seguir un tratamiento de desintoxicación etílica. Allí profundizó en el estudio de la luz artificial coloreada y en su estilo expresionista. A esta etapa final pertenece En el Rat mort (1900, Courtauld Institute Galleries, Londres), obra que retrata a Lucy Jourdain, amante de un famoso barón, en el reservado de un restaurante. Las creaciones de esta última época, tras una grave crisis de salud, están imbuidas de tintes sombríos; el artista falleció prematuramente a los treinta y seis años de edad.