Aproximadamente entre el 20 y el 40 por ciento de las mujeres en edad reproductiva tienen miomas uterinos y se estima que un 70 por ciento los desarrollarán a lo largo de su vida.
Aunque el riesgo de infertilidad de la mujer se incrementa en algunos casos en los que hay presencia de miomas (dependiendo del tamaño, la localización y del número), lo cierto es que ha aumentado el número de embarazadas con miomas uterinos. «El hecho de que a medida que avanza la vida la aparición de miomas sea más frecuente y que cada vez más la maternidad se vaya posponiendo hace que el número de mujeres embarazadas con miomas haya aumentado en los últimos años, lo que supone un riesgo añadido al embarazo de estas mujeres añosas”, explica Isabel Díaz-Plaza, ginecóloga en la Unidad de Miomas del Hospital Virgen de la Salud de Toledo.
En la mayoría de los casos los miomas no provocan síntomas. No obstante, esta situación cambia durante el embarazo y la mujer puede sufrir dolor durante el segundo y tercer trimestre de gestación, especialmente si los miomas son mayores de 5 cm, debido a una cuestión de falta de espacio, tal y como señala Díaz-Plaza, quien añade que el riesgo de aborto es mayor en estos casos. Además, si los miomas provocan que la cavidad uterina se distorsione, las embarazadas pueden presentar sangrado durante el primer trimestre.
¿Cómo hay que tratarlos?
Francesc Figueras, jefe de Servicio de Medicina Maternofetal en el Instituto Clínic de Ginecología, Obstetricia y Neonatología del Hospital Clínic, en Barcelona, indica que durante la gestación un tercio de los miomas crecen, especialmente en el primer y segundo trimestre, debido al influjo hormonal, aunque en la mayoría de los casos vuelven a su tamaño original tras el parto.
«Siempre se intenta ser expectante. Los miomas están muy vascularizados durante el embarazo y esto hace que su escisión quirúrgica sea un último recurso. Además, por el influjo hormonal se pierde la diferenciación entre los que es el mioma y la pared uterina, lo que también dificulta su resección”, especifica Figueras y continúa: «Algunos miomas están unidos al útero por un pedículo, en este caso es seguro realizar la escisión si el parto es mediante cesárea por otro motivo”.
Atención al parto
Respecto a cómo afectan los miomas durante el parto, Díaz-Plaza explica que las mujeres con miomas en el embarazo son significativamente más propensas a tener un parto prematuro que las mujeres que no tienen miomas.
Además, Figueras añade que la presencia de miomas grandes puede hacer que el bebé no se gire y dar lugar a presentaciones anómalas (de nalgas o transversas). «Cuando el mioma está por delante de la presentación fetal (la cabeza o las nalgas), lo que se llama mioma previo, imposibilita el parto vía vaginal. Otras veces el mioma está situado en la zona donde se realiza la cesárea (el segmento uterino) y en caso de necesitar esta intervención obliga a modificaciones técnicas de la incisión uterina, con más riesgos. Finalmente, los miomas múltiples pueden dificultar la contracción del útero que ocurre después del parto, y esto comporta a veces un mayor sangrado”.
Sin embargo, Figueras hace hincapié en que los miomas son una condición benigna en la gran mayoría de casos, por lo que lo mejor hacer un seguimiento durante las ecografías de rutina. «Si pueden afectar potencialmente la vía del parto, hay que hacer una valoración ecográfica al final de la gestación”, concluye.
Ver también:
Cinco cosas que deberías saber del mioma uterino
¿El ejercicio físico funciona para reducir el dolor menstrual?
Ocho preguntas frecuentes sobre el aborto espontáneo